• Los límites entre lo físico, lo digital y lo biológico toman nuevas formas bajo los avances tecnológicos emergentes.

• La robótica, la inteligencia artificial, la nanotecnología, la computación cuántica, la biotecnología, e incluso las impresiones 3D y los vehículos autónomos conforman una nueva esfera.

Incluso la ONU en uno de sus informes sobre las inversiones del mundo aplica al uso de este término para definir la época actual.

Así como cada remedio que se le brinda a un paciente debe estar acompañado de un prospecto que advierte sobre posibles eventos adversos; de igual manera cada nuevo desarrollo que traiga beneficios a la población general viene con sus propios “eventos adversos” que hay que considerar. 
 
Esta cuarta revolución impone cambios organizativos en todos los sectores laborales dejando de manifiesto que las implementaciones necesarias no llegan a tomar el ritmo que la nueva normalidad demanda. Profesionales de todas las industrias tratan de aprender nuevas tecnologías o suplir la falta de las mismas mientras cumplen con las funciones propias de su rol. Las altas expectativas y las presiones excesivas dentro de algunos sectores impactan negativamente en la calidad de vida de personas de todo el mundo.

Si bien durante el 2020, inmersos en un contexto pandémico de coronavirus, los índices de estrés laboral aumentaron rápidamente en un 20%, no se puede adjudicar hoy que ese sea el motivo de los altos índices del síndrome de burnout a nivel global. Actualmente, habiendo superado dicha odisea, los porcentajes de estrés están lejos de reducirse, por el contrario, siguen aumentando.

La encuesta State of the Global Workplace 2023 Report (realizada en más de 160 países) revela que el 44 % de los empleados encuestados alrededor del mundo experimentan mucho estrés en sus trabajos: 

• Estados Unidos, Canadá y Asia Oriental registraron los niveles más altos: más del 60% de la población laboral encuestada sufre de estrés crónico laboral; 

• Seguidos por América Latina y Caribe que promedian un 40% de la población afectada por esta condición; 

• Finalizando con Europa con declaraciones de estrés menores al resto de los continentes. 

Además de estas cifras oficiales globales también se han realizado estudios similares más específicos enfocados al personal de salud de Latino América. Los encuestados manifiestan que, pese a las bondades que presenta la telemedicina, la misma fue implementada en forma prematura. Este factor sumado a la sobrecarga laboral, el ambiente hospitalario, el perfil hostil que puede presentar un paciente y otras variables sociodemográficas han derivado en sentimientos de pérdida de la importancia de la actividad que desempeñan y en dificultades en el relacionamiento con colegas y pacientes.
Estos mismos estudios manifiestan que, entre los encuestados, alrededor del 15% del personal presenta una prevalencia de Burnout completa mientras que otro 50% muestra riesgo de Burnout latente.

Son muchos los profesionales de la salud que detectan cuadros de estrés crónico en sus pacientes pero que no toman conciencia del cuadro propio similar que pueden estar presentando. En definitiva, ningún profesional sometido a presiones excesivas está exento del riesgo de padecerlo y se puede afirmar que, debido a la naturaleza y a las características de sus actividades, los profesionales médicos son uno de los grupos más afectados.

De hecho, el concepto del Síndrome de Burnout surgió específicamente de estudios realizados dentro del sector salud: 

• Los profesionales del sistema de salud se encuentran en contacto permanente con el dolor, la incertidumbre, la angustia, la muerte; si bien existe la contraparte que trae la alegría asociada brindar salud y cura, esta fuerza puede perder valor si se le adicionan problemas personales, institucionales o sociales. 

• En 1930 la Organización Internacional del Trabajo sostuvo que el profesional de la salud está expuesto a riesgos de estrés y agotamiento que producen efectos psíquicos: ansiedad, depresión, enfermedades psicosomáticas y trastornos neuróticos, motivados por la presión que ejerce la profesión sanitaria. 

• Veinte años después se descubría que la rama médica (sobre todo médicos cirujanos y médicos generales) eran víctimas del contagio de enfermedades infectocontagiosas de alta prevalencia (como difteria, tifus, tuberculosis, hepatitis, escarlatina, neumonía y otras). Para ese entonces las únicas ocupaciones en las que la mortalidad se relacionaba con la edad y con la ocupación profesional eran las del servicio sanitario público. 

• Se detectó que el grado de riesgo de contagio generaba en el personal de atención médica altos niveles de ansiedad. 

• Estos desencadenantes dieron origen a la idea de que la rama laboral que debería ser objeto de estudio empírico del Síndrome de Bournout debería ser la médica. 

• Para 1986, William Ogle publicó un trabajo en el que demostró que el nivel de muerte de dichos profesionales es mayor que el que presentan otras labores y oficios. 

Adicionalmente a los riesgos propios de la profesión y a las nuevas demandas actuales surgidas de la telemedicina se debe destacar que este sector laboral es el más expuesto a la violencia. Las subpoblaciones de este sector que presentan mayor riesgo de violencia laboral se encuentran: los trabajadores de emergencias y guardias; los trabajadores de enfermería que realizan tareas directas de atención y cuidados; quienes trabajan con pacientes psiquiátricos o con pacientes con abuso de sustancias; los que realizan atención domiciliaria y los que desarrollan sus tareas en zonas geográficas con alta tasa de criminalidad o con población marginal.

Los riesgos que vienen aparejados con el Síndrome de Burnout son muchos. Estos se convierten en componentes de inseguridad, lo que ubica a los médicos en situación de vulnerabilidad. Los síntomas que manifiesta una persona con estrés crónico laboral se pueden presentar en las siguientes formas: 

• Psicológicos: ansiedad, depresión, trastornos del sueño, propensión a recurrir al uso de drogas lícitas, pensamientos suicidas.

• Físicos: fatiga, contracturas, bruxismo, cefaleas, complicaciones sexuales, problemas dermatológicos, obesidad, diabetes, aceleramiento del envejecimiento, problemas digestivos, infartos. 

• Mentales: cambios cognitivos, disminución del sistema inmune, alteraciones músculo-esqueléticas. 

Las consecuencias de este síndrome dentro del sector salud toman una dimensión diferente comparado con otras industrias: 

• El personal de salud trabaja directamente con vidas humanas.

• Los errores en procesos y protocolos o la indecisión pueden derivar en diagnósticos o tratamientos erróneos. 

• El cansancio emocional y el fenómeno de despersonalización afectan a la capacidad vincular del profesional que manejará sus relaciones en forma “deshumanizada”, presentando distanciamiento, apatía, cinismo o falta de escucha al paciente. 

Las instituciones que inviertan esfuerzos de investigación para examinar la estructura ambiental de la atención médica y los factores de riesgo de agotamiento específicos de cada especialidad médica serán aquellas con menor rotación de personal.

Está comprobado que las intervenciones basadas en contribuciones a los espacios de trabajo, capacitación en resiliencia individual y soporte psicológico al personal pueden reducir el síndrome del Burnout.

Según encuestas realizadas en diversos hospitales de Latinoamérica los profesionales de la salud opinan que los programas preventivos y correctivos asociados a esta afección deberían incluir: Según encuestas realizadas en diversos hospitales de Latinoamérica los profesionales de la salud opinan que los programas preventivos y correctivos asociados a esta afección deberían incluir:

• Estrategias preventivas/compensatorias: valoración del trabajo realizado, continuidad en las propuestas asistenciales, implementación de espacios de reflexión y jornadas de capacitación, coordinación de equipos multidisciplinarios para el abordaje de situaciones complejas, fomentar medios adecuados de comunicación entre el personal médico y la administración y una organización que evite las jornadas laborales de excesiva duración.

• Mejora de infraestructura: espacios físicos adecuados para atención individual, evitar temperaturas muy altas o bajas en los espacios de trabajo, actualización de los equipamientos, utilización de sistemas de historias clínicas intuitivos y amigables.


Combatir el estrés laboral crónico no es solo responsabilidad de las instituciones, cada profesional es responsable también por su bienestar y debe responder en forma individual con estrategias de afrontamiento personales.
 
Algunas son formas saludables de prevenir o aliviar el agotamiento, mientras que otras pueden representar mecanismos de escape poco saludables.

• Los mecanismos de adaptación negativos incluyen la negación, la culpa y el uso excesivo de sustancias lícitas.

• Los mecanismos saludables incluyen la participación en pasatiempos (escuchar música, pescar, caminar, mirar televisión, cocinar) y hacer ejercicio.

Hay estudios realizados en residentes que demuestran que, aquellos que cumplen con pautas de actividad física experimentan menor agotamiento emocional dentro del espacio laboral. Otros estudios enfocados en la población en general demuestran que la actividad física actúa directamente reduciendo los niveles de estrés y ansiedad laboral.

Aunque el ejercicio y el control del peso contribuyan como paliativos del Burnout no son los únicos aspectos que se deben abordar si se quiere lograr un bienestar pleno.
 
El bienestar puede describirse como un estado básico de calidad física y mental que permite a las personas manejar el estrés con éxito y prosperar tanto en su vida profesional como personal. El bienestar es un proceso activo y consiente que les permite a las personas desarrollarse según sus expectativas y ambiciones.

Se considera como bienestar pleno y completo cuando se equilibran 7 aspectos:
 

• Físico: cuidar del propio cuerpo.
• Intelectual: estar abierto a nuevos desafíos y aprendizajes para continuar evolucionando intelectualmente.
• Social: contar con la capacidad de mantener relaciones personales y profesionales sanas.
• Emocional: reconocer y apreciar los valores y sentimientos de uno mismo y de los demás.
• Espiritual: examinar los valores y creencias personales.
• Ocupacional: combinar las propias habilidades para participar en un trabajo que resulte satisfactorio y significativo.

El equilibrio de estos aspectos difiere según la persona ya que está asociado a prioridades, objetivos y perspectivas particulares de cada uno sobre lo que significa vivir.